Ollantaytambo constituyó un estratégico centro militar, agrícola y religioso para administrar y controlar el Valle Sagrado de los Incas; esto se deduce por las construcciones que, se presume, eran para depósitos agrícolas y para uso militar, como murallas y torreones de vigilancia probablemente para protegerse de las etnias selváticas.
Son 150 escalones que separan la cumbre de la parte baja y se observa el perfecto tallado de las piedras, dedicadas al culto del agua, con gran similitud a las de Tipón, ruinas ubicadas en el valle sur del Cusco, siendo este lugar el centro ceremonial de purificación y culto al agua.
El sitio arqueológico comprende una serie de terrazas superpuestas, mostrando los impresionantes y grandes bloques de piedra finamente labrados y ubicados en la terraza superior conocida como el Templo del Sol.
Los restos incas en Ollantaytambo son vestigios del pueblo que mandó construir Pachacutec, luego de someter a sus habitantes y conquistar estas tierras, en las que se realizaron imponentes obras de infraestructura agrícola, compuestas por centenares de andenes y canales para asegurar las tierras de cultivo, puestos de control y vigilancia en las cimas de los cerros, edificaciones domésticas y ceremoniales, así como un puente que conecta el pueblo con el Camino Inca, y levantaron urbes satélites en la ruta hacia Machu Picchu.
La Plaza Manyaraqui con sus fuentes se cree que fueron parte de un centro para rendirle culto al agua.
El pueblo de Ollantaytambo es llamado “Ciudad Inca Viviente” pues sus pobladores viven de acuerdo con usos y costumbres heredados de sus antepasados.
Desde Ollantaytambo, es posible visitar el poblado de Willoc, donde se habla el quechua, y cuyas vestimentas rojas y negras son parecidas al Huayruro, una semilla roja y negra usada como amuleto.
Ollantaytambo es la única ciudad inca que sigue ocupada por familias locales, teniendo todo el diseño y estructura del pueblo inca original a la vista en las quince manzanas que componen el pueblo.