Pisac es un complejo arqueológico que está en el distrito homónimo de la provincia de Calca, ubicado a 30 kilómetros de la ciudad del Cusco.
El yacimiento arqueológico es uno de los más importantes y visitados del Valle Sagrado de los Incas, el cual se encuentra al este de la cordillera de Vilcabamba y en el que se puede comprobar cómo los agrónomos incas resolvieron el problema de sembrar en las pendientes de los cerros.
Como era costumbre en la arquitectura inca, las ciudades fueron construidas sobre la base de trazos figurativos de animales. En este caso, las ruinas de Pisac asumen la forma de la perdiz de puna (Nohoprocta ornata branicti Taczanovski).
Pisac está divido en dos zonas: la antigua, ubicada en la parte alta, es un sitio arqueológico incaico, y la actual, ubicada en el valle, que data de la época colonial.
Una localidad con mucha tradición, construida sobre restos indígenas de la época del Virrey Francisco de Toledo, donde se puede percibir la cultura en su gente, las tradiciones como las misas quechuas, las fiestas culturales, las esculturas y edificaciones arqueológicas que hacen parte de su encanto y hasta la forma en que se llevan los cultivos con la aplicación de la astronomía, ciencia usada en el pasado por sus habitantes.
La plaza principal es un mercado lleno de colorido y con diversos artículos artesanales a la venta y, a su vez, este pueblo es conocido por su observatorio astronómico.
Es una atracción turística por el sitio arqueológico incaico, el que forma parte, junto con Ollantaytambo y Machu Picchu, del circuito arqueológico del Cuzco, convirtiéndolo en una de las mayores fuentes de ingreso del pueblo, aparte de la agricultura de subsistencia.
Pisac no escapa a las famosas leyendas incas, dentro de las cuales, existe una acerca de una estatua que se encuentra en la ciudad: la historia cuenta que el cacique Huayllapuma tenía una hija, llamada Inquill, a la que tenía que casar con el hombre que pudiese construir, en sólo una noche, un puente sobre el río Willcamayu, actualmente “Vilcanota” o “Urubamba”.
Este puente era de suma importancia para la defensa del lugar, y pese a la dura tarea, Asto Rímacun, un apuesto príncipe, decidió aceptar el reto, y pedir la mano de la princesa.
Las autoridades del lugar dispusieron todo lo necesario para que Asto Rímac iniciara las labores, mientras la princesa debía subir un cerro sin voltear; porque, de lo contrario, ella y su prometido se convertirían en piedra.
Casi al amanecer, el príncipe había culminado con la obra, pero Inquill, no pudiendo soportar más, volteó y quedó convertida en piedra hasta el día de hoy, volviéndose conocida como la estatua de La Ñusta, la cual se puede apreciar en una de las cimas de los cerros del lugar.